El mural de mi habitación me observa. Cada paso que doy.
Cada movimiento que hago. Cada aliento que exhalo. Tanto esas flores pintadas
de un azul oscuro manchado de negro como todos los cientos de objetos que
mantengo dentro de mis cuatro paredes. Mis cuatro paredes preferidas entre las
que guardo retales de recuerdos por aquí y por allá. Todo aquel que entra en mi
hábitat se queda petrificado al ver el caos que reina del que mi mente y mis pensamientos forman
parte tanto como toda esa basura.
Como aquel atrapa sueños azul cielo con plumas de gallina
que aun conserva la etiqueta, el cual compré hace muchísimo tiempo en una isla
llamada Formentera cuando andaba de vacaciones con mis tíos. Como aquellos
ositos, uno blanco y otro rosa, regalos de unas inolvidables amigas por aquel día
de San Valentín anterior a mi cumpleaños. Como aquel marco vastísimo con
aquella foto más antigua que el sol donde se me ve con un animal que me dejaría
marcada para toda mi vida (literalmente).
Aquel clip deshecho y rehecho en forma de corazón bajo el
que descansa un pequeño papel de libreta, que reza unas palabras de aliento de
un sabio amigo que nunca podría olvidar: “Cuando estés triste o cabreada o lo
que sea ponte un boli en la boca y piensa en algo bonito”. (Guli, que sepas que
lo hago todas las noches antes de acostarme =D)
O aquella tira de corazones de colores que siempre me
recordaban a una persona especial pero que cada día siento más alejada de mi
vida sin saber que hacer para remediarlo. Como aquella ristra de billetes que
cuelgan del techo, símbolos de unos buenos ratos llenos de esfuerzo y cariño de
unas niñas fantásticas, con todos los recuerdos de mi primera actuación oficial
como guitarrista de la Comparsa de las Niñas.
De mis guitarras no puedo ni quiero hablar, porque con ellas tengo
historias como para escribir un libro. Sasha y Nana, os debo gran parte de lo
que soy y en gran parte de momentos especiales estuvisteis presentes y
tomasteis parte.
Como aquel dado negro que, ahora junto a un avión de papel
amarillo con unas letras con más sentido y valor del que aparentan, cuelga de
la pared sobre el cabecero de la cama, y que cada vez que lo miro no puedo
evitar sonreír pues, a pesar de lo nerviosa que estaba, usaba mi “gran dote
interpretativa” para que mis compañeros actores (y no actores) no lo notaran y
estuvieran un poquitín más tranquilos con el fin de inspirarles algo de
confianza.
Como todos aquellos libros desparramados por las cuatro
esquinas de este espacio que yo llamo “mi hogar” y todas las historias que
encierran. Con algunos reí. Con otros lloré. Unos me tomaba mi tiempo para
poder comprenderlos y sacar algunas enseñanzas de ellos. Otros me enganchaban
desde el primer capítulo y no podía dejar de leer. Por esos libros que me leía
en una noche y por esos otros con los que pasé meses interminables, días de
tormenta y noches de agobiante calor. Porque sin ellos tampoco sería yo.
Como aquel poster de las guitarras y las cervezas, que me
traen a la memoria aquel perfecto y cansado día en Granada con dos grandes
amigos y que me recuerdan que a mí,
desde nunca me han hecho falta grandes cosas para ser feliz.
Todos estos objetos,
a ojos de cualquiera serían basura, pero cuando yo entro en el espacio que
encierran estas mis cuatro paredes y los
observo, uno a uno, recordando las mil y una historias que sin hablar me
cuentan, pienso en qué sería ahora de mí sin ellos.
Un libro de miles de hojas sin una sola letra. Millones de
pensamientos, sentimientos y emociones que, al fin y al cabo se acabarían
olvidando sin que ni yo ni tú pudiéramos remediarlo. Las historias están para
contarlas, porque si no las cuentas solo tú las sabrás y cuando tú mueras
morirán contigo. Porque al final el cuerpo se deteriora y sin duda sucumbirá.
Antes o después… pero todas esas
batallas permanecerán si las sabemos contar de un modo adecuado.
Es cierto que la inspiración llega cuando menos lo esperas.
Ese avión amarillo quedará como reliquia de esa tarde tan fantástica acompañada
de Guli y JC. Como vestigio añadido a mi álbum de recuerdos sin fotografías y
con ello anclado a mi memoria desde hoy hasta el día de mi expiración.
Simple y llanamente, me encanta. Eres increíble, en todo, en soportar grandes cargar y aún así llevar esa hermosa sonrisa siempre en tu bello rostro, en hablar con armonía y sentimiento,pero también escuchar. Miles de cosas se pueden decir que te hacen inmensamente grande..a pesar de que seas baja de estatura,tu enorme corazón compensa cualquier cosa. Llegarás lejos,cariño,tenlo por seguro. Eres buena escritora,que no te quepa duda. Sabes que siempre contarás con mi apoyo, sea cual sea la decisión que tomes en tu camino. Love you so much, amante del yuri (L)
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