10 marzo 2018

El Agujero Negro

Estoy cansada.
Estoy muy cansada.

Me siento vacía. Ni siquiera el café de por la mañana me despierta. Ni lavarme la cara con agua fría me quita las telarañas de los ojos.

Tengo la sensación de que he vuelto a la época más oscura de mi vida.
La ansiedad. Las taquicardias. La paranoia. El estrés y las pesadillas que conlleva.
El no descansar por la noche y cansarme más aún por el día.
Levantarme más cansada que cuando me acosté por la noche.

Probablemente tenga que ver eso de que perdí mis hábitos saludables. Esos que me hicieron mejorar el año pasado por estas mismas fechas mientras estaba yendo a terapia personal.
He intentado retomarlos pero siento que todo lo que hago es esquivar mis deberes y mis quehaceres. Procrastinar.
Buscar en todo momento algo más interesante y menos apremiante que hacer para centrarme en ello en lugar de en las cosas que TENGO que hacer.

Ya estamos otra vez con la  batalla de, TENGO QUE, QUIERO Y DEBO. Pero esa la dejaré para otro capítulo.

Todo me enfada. Todo me sienta mal. Cualquier cosa me desequilibra y pierdo el control sobre mi agresividad en poco rato.

Se me ha olvidado cómo respirar.

La maraña de mis pensamientos no me deja seguir un cabo fijo, una sola dirección, sino que es un agujero negro que ha tragado tantísima cosa que lo único que hay dentro es el puro caos más absoluto y desconcertante.

De esas cosas que están tan desastrosas que no sabes por dónde empezar siquiera.

Itentaremos poner orden o al menos esquivar la locura como podamos en esta sinrazón. 

Seguiremos informando.



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