04 diciembre 2017

"Grullas"



¡Y por fin aprendí a hacer grullas!

El origami para mí es cambio. 

El propio proceso de doblar el papel me resulta ya no solo terapéutico, sino que al concentrar mis manos y mi cabeza en los movimientos, consigo relajar un poco el ritmo tan frenético de pensamientos al que mi cerebro me somete constantemente.

Considero el origami (así como otras prácticas que veremos más adelante) un método de "relajación", una manera de centrarme, de no perder los estribos en situaciones de estrés, de ansiedad u ocasiones que me cabrean. 

Realmente no sé cómo explicar esta clase de obras, porque probablemente haya algún tipo de nombre específico, pero que no conozco, por lo que yo las bauticé cariñosamente como "Obras anti-brote", término con el que me referiré a ellas en lo venidero, porque habrá muchas más.

(Ruego se disculpe mi ignorancia con respecto a este tema, prometo indagar más sobre él. Si alguien sabe algo relacionado que me lo haga saber, por favor, estaría muy agradecida).

Son como obras que se caracterizan por la automatización de los movimientos, repetición que logra calmar mi taquicardia, que logra dividir la atención que estoy prestando a esa cosa que me está haciendo daño o alterando de una u otra manera.

Garabatear, escribir palabras sueltas, hacer círculos con una cera en un papel, ordenar todo tipo de cosas, agrupar bolígrafos según colores, tipos, largura... 

Es raro, lo sé, pero prometo que me ayuda muchísimo a relajarme. 

(Ahora que lo pienso me recuerda un poco a los mecanismos TOC.) 

Seguiremos investigando.








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